viernes, 26 de septiembre de 2008

Tres miradas sobre la crisis internacional

Por Juan Pascual

Economistas de diferentes cátedras de la UNL ofrecen sus perspectivas sobre la crisis financiera: cuáles son sus causas, cómo puede impactar a nivel local y qué sucederá de aquí en más con el discurso tantos años repetido.

El rescate estatal de la crisis bancaria e hipotecaria –es decir: la socialización de las deudas privadas– puso en relieve a nivel mundial el carácter profundamente político de las relaciones de mercado: fue objeto de una propuesta ejecutiva de Estado y el centro del debate legislativo estadounidense. Prácticamente un millón de millones de dólares de los contribuyentes norteamericanos (algo así como 10 veces nuestra deuda externa o entre 4 y 5 veces todo lo que todos los argentinos produjimos en todo el 2007) serán aspirados por el agujero negro financiero, sin contar los aportes que también realizan una serie de Estados centrales, que van desde Japón a Canadá, y sin tener asegurada otra cuestión: nadie puede prever si no continuará la caída encadenada de los torpes gigantes financieros.

Al menos desde 1989, a nivel global una serie de enunciados dominaron la escena general del discurso económico, tanto el apuntado a la gran audiencia como el del cenáculo político, tanto el cotidiano como el de la reflexión académica, sea por adhesión u oposición. La ineluctable fuerza de los hechos históricos, pesada como cada trozo de cemento del Muro de Berlín, impulsó ese texto, fondo de legitimación de una economía global signada por el desarrollo de nuevas y complejísimas herramientas financieras y el mando diferencial y dinámico de unas pocas empresas de capital tecnológico.

Pero así como muchos deudores hipotecarios norteamericanos volvieron llamas a sus hogares, que no podían pagar ya desde antes de firmar las hipotecas basura, esos enunciados, en su juego de delimitar qué cosa dicha puede llegar a ser verosímil o no, hoy también se vuelven ceniza. (No obstante, eso no quita que haya que evocar una cuestión elemental: hace mucho tiempo que el discurso neoliberal vive, muy dentro está de nuestro cuerpo y de nuestras prácticas políticas y, además, demasiadas veces ya incumplió con sus deberes y sus promesas, no ya sin mayores apremios o vergüenzas: sin siquiera inmutarse al hacerlo. La triple jugarreta de Cavallo –la estatización de las deudas de varias empresas “amigas” de la dictadura, primero, el corralito, como modo de sostener un sistema bancario y financiero putrefacto de Convertibilidad con los ahorros de la clases no altas, después– quizá sirva de doloroso recordatorio de lo presente y de la peculiar semántica del verbo oficial “desendeudar”).

En busca de reactivar la discusión, de conocer cuáles son las posiciones de quienes en Santa Fe se dedican a pensar la economía y de, antes que nada, tratar de entender un poco mejor este vértigo, enviamos tres preguntas a X profesores de la Facultad de Ciencias Económicas de la UNL, que nos ayudan con su mirada.

a) ¿Cuáles son las causas centrales de esta crisis? ¿Qué datos básicos puede seguir alguien no muy entendido en economía para poder entenderla y poder seguir su evolución?
b) ¿Qué efectos actuales y potenciales puede producir esta situación en nuestro país y en nuestra provincia?
c) ¿En qué condiciones de legitimación queda el discurso de libre mercado y neoliberal frente a la masiva intervención de los Estados centrales?


NÉSTOR PERTICARARI, Jefe del Departamento de Economía. Profesor de Introducción a la Economía, de Historia del Pensamiento Económico y de Macroeconomía Superior.
a) Si bien se presenta como el estallido de la denominada “burbuja inmobiliaria”, que se va gestando en Estados Unidos a partir de 2001 con la disminución a niveles inéditos de la tasa de interés y el cambio de regulaciones en materia de posibilidades de acceso al crédito hipotecario, y su posterior apalancamiento y transformación en otros instrumentos financieros (básicamente bonos con garantía en esas hipotecas), a mi juicio el origen hay que buscarlo bastante más atrás. Concretamente, en las reformas fiscales y la desregulación al sistema financiero que se producen en la época de Reagan (en los ‘80), que generaron una gran masa de recursos cuyo destino fue la especulación. A ello se sumó la creación de nuevos instrumentos financieros originados en esa desregulación, lo que posibilitó en gran medida el aventurerismo financiero y el fuerte desarrollo de un sector especulativo, que luego experimentaría otras crisis en épocas cercanas (quiebra de Long Therms, la crisis de las punto com, etcétera)

b) Es muy escasamente probable la transmisión a nuestro país de la crisis en la forma en que se observa en los Estados Unidos, sobre todo debido al prácticamente nulo desarrollo, en nuestro país, de un sistema financiero con esas características. Por lo tanto, descartaría corridas bancarias y otros instrumentos de poco grato recuerdo para nosotros (corralito, corralón). Pero eso no quiere decir que no pueda alcanzarnos de otra manera. Concretamente, si se produce una recesión en la actividad económica de los países centrales afecta a nuestra demanda externa con caídas de precios de venta de nuestros productos exportables, lo que afecta a su vez a los superávits comercial y fiscal, bases del actual modelo de crecimiento.

Sin embargo, todavía es demasiado pronto para realizar pronósticos en ese sentido, ya que aún se observa una volatilidad muy alta en precios de productos de alta transabilidad internacional. Valen las mismas consideraciones para nuestra provincia, ya que tiene instalado el polo exportador de derivados de la soja más grande del mundo.

c) Es obvio que el fundamentalismo de mercado –que propugnaron los implementadores y los beneficiarios de los procesos de desregulación del sistema financiero– quedó totalmente fuera de lugar, ya que los costos del salvataje son inmensos. En el caso de Estados Unidos, aparentemente irá sobre la espalda de los contribuyentes, y encima de la clase media, ya que los ricos siempre tienen reformas impositivas a su favor en las administraciones republicanas (Reagan, Bush y Bush). Si bien no se espera una revolución teórica en la economía, al estilo de la que planteó John Maynard Keynes en la década del ‘30, en estas circunstancias el paradigma de desregulación y mercados “sabios” asignando el riesgo quedó herido de muerte. Estos son casos claros de asimetría de información entre los participantes en estos mercados. Se impone en esas situaciones una vuelta a las tradicionales medidas de regulación de los mercados financieros, camino que aparentemente ha comenzado a recorrerse con la desaparición, por absorción o quiebra, de los principales bancos de inversión.

ALBERTO PAPINI. Profesor de Desarrollo Económico.
a) Para entender estos casos debe recordarse que la demanda de dinero reconoce en la teoría económica tres motivos: transacción, especulación y precaución.

Si todo el dinero se destinase al mercado de transacciones y no existiera capacidad de acumulación por parte de ningún agente, estos desequilibrios no se producirían. Pero el capitalismo no funciona así, y menos en la actual etapa. Hoy existen enormes masas acumuladas en los mercados especulativos, produciendo continuos desequilibrios al ir del mercado inmobiliario al petróleo o a los cereales, alterando los precios en forma constante.

En este caso específico (que es uno más dentro de las crisis financieras recientes: sudeste asiático, tequila, vodka, etcétera) hay una clara irresponsabilidad de las autoridades monetarias y bancarias en el inducir préstamos en base a un valor inmobiliario “inflado” por la especulación financiera, los que, además, contaban con alto riesgo de incobrabilidad.

Eso es una burbuja que implota y que sólo se mantiene con la inyección de dinero por parte de organismos públicos, que salen a rescatar la irresponsabilidad de los gurúes del mundo financiero especulativo.

b) El efecto dependerá del grado en que esta crisis afecte al resto del sistema bancario. Si la intervención pública logra que no se expanda al resto del sistema bancario, será una crisis más y pasará. Si se expande al resto, y luego al mercado real internacional (más allá de lo que suceda en Estados Unidos), sus efectos pueden ser perjudiciales al disminuir la demanda internacional y disminuir la fase actual de crecimiento. Aunque no se puede hacer futurología, sólo digo debemos estar atentos y tomar las medidas oportunas, manteniendo en el país un adecuado manejo de las cuentas fiscales y del sector externo, regulando lo que sea necesario regular.

c) El neoliberalismo no se cuestiona su legitimidad porque la ética está ausente en el planteamiento neoliberal, cuestión que sí era importante el pensamiento clásico.

El discurso mediático seguramente tratará de personalizar el error y de decir que tal o cual funcionario fue el culpable, y no se preguntará otra cosa. Aunque esto demuestre que sin la intervención pública el sistema no se mantiene, ese discurso dirá que las malas intervenciones públicas fueron el problema. Por otra parte, el tema no sólo es quién lo dice y qué dice, sino quién lo lea.

FRANCISO SOBRERO. Profesor de Evaluación de proyectos.
a) Si bien el antecedente lejano del escenario actual es la declaración de inconvertibilidad del dólar (10 de agosto de1971) y su devaluación del 10% frente al oro, las condiciones de esta “enorme burbuja” especulativa se generan a fines de los ‘70 con el inicio de la desregulación extrema del movimiento internacional de capitales y la persistente retirada de los Estados nacionales de sus funciones de conducción de política macroeconómica y de control de variables relevantes.

Paralelamente, en el mundo de la economía real, se profundizó el predominio hegemónico del capital financiero sobre otras formas del capital (el industrial, por caso).

El primer peligro de este cambio es la presencia de enormes masas de capital líquido, concentradas en cada vez menos operadores, en condiciones de violentar la estabilidad relativa de mercados diversos, ya sean países, comoditties, o competidores. Esta desregulación, sumada al fenómeno de globalización de las tecnologías de la información y comunicación, transformó las antiguas especulaciones locales en un fenómeno global (en 1992, Soros especuló contra la libra y la derrumbó, ganando la friolera de 9.000 millones. El Long Term Capital Management, con dos premios Nobel de Economía en su directorio –Myron Scholes y Robert C. Merton–, promovió arbitrajes entre bonos y distribuyó dividendos 10 veces superiores a las “ganancias capitalistas normales”, durante 3 años, hasta que se derrumbó. El petróleo cuadruplicó su valor en 18 meses. Luego la soja... y así).

Las luces amarillas sobre la crisis se ven desde hace dos décadas (caída de las sociedades de ahorro y préstamo en Estados Unidos en los 80, derrumbe del LCTM en el 98, colapso de las empresas de la “nueva economía” en los 90). Todo ello en el marco de crisis que hicieron estallar países que siguieron las recetas (Thailandia, Turquía, Rusia, Argentina). Hoy, cinco naves insignia del capitalismo global hacen agua. Tres grandes compañías (Bearn Stearns, Merril Lynch y Lehman Brothers), a la lona. Las dos restantes (Morgan Stanley y Goldman Sachs) a punto de caer si no se socializan sus pérdidas. Es decir, si Bush no las pone “sobre las espaldas de los plomeros y los carpinteros Norteamericanos” (y también sobre otros pobres del resto del mundo).

b) Habrá consecuencias para la Argentina y para la provincia, pero no son ineluctables. Depende de lo que se haga en el pago chico, en el país y también del rumbo que se adopte afuera. Nuestra posición frente a la crisis es de gran fortaleza. Todo lo que la satrapía denominó “problemas argentinos” hoy son fortalezas, capacidades y una oportunidad para resistir la crisis. Más que nunca el escenario internacional permite –y reclama– continuar el desarrollo fortaleciendo el mercado interno, el empleo, la distribución del ingreso y la integración regional. Esto depende de la gestión de gobierno, de su lucidez estratégica y de la capacidad de resistir la mediocridad de miras del poder económico, que está obnubilado por su estrechez ideológica y su incapacidad de pensar el largo plazo.

c) Las instituciones financieras están abarrotadas de “economistas”, financistas, arbitristas, analistas y toda una fauna variopinta de explicadores de crisis… ajenas, como la de Argentina. Hace apenas una semana uno de estos cagatintas agredió las decisiones de política económica local con motivo de la cancelación de la deuda con el Club de París (calificó al país como “defaulteador serial” y otras lindezas por el estilo). Nada de lo sucedido inhibe a nuestro coro de repetidores y alcahuetes de reproducir a pie juntillas las sabias recomendaciones de los “analistas internacionales”. Ya aburre por repetitivo el sonsonete ideologizado. El verdadero problema argentino no está en el Papa sino en los papistas. Este conglomerado de Académicos Vulgares, de divulgadores a sueldo, de medios monopólicos, parece inmune a la realidad. Peor aún, están sus repetidores de segundo orden, que padecemos en estos lares.

Está en deuda la Academia, con debate escaso. Están en deuda los medios de prensa, que dan status de ciencia a las opiniones de los sátrapas financieros. Está en deuda el gobierno, con mora en generar medios plurales de comunicación...

Llevará un buen tiempo poner las explicaciones sobre sus pies. No obstante, no todo está perdido. En el fondo se escuchan murmullos, ruidos a veces. Parece haber comenzado un incipiente clima de debate, débil, desorientado, pero debate al fin. Es signo de vida.

Publicado en Pausa #20, 26 de setiembre de 2008.

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