viernes, 12 de septiembre de 2008

Instrumentos para la etapa que se viene

Por Alejandro Horowicz

No nos presentamos ante el mundo oponiéndole doctrinariamente un principio nuevo y diciéndole: “Esta es la verdad arrodíllate”. Deducimos de los principios mismos del mundo otros nuevos. No le decimos apártate de tus luchas, que no tienen sentido, nosotros te daremos la verdadera consigna de lucha. Sólo le mostramos por qué lucha, ya que la conciencia de esa lucha es algo de lo que se tiene que apropiar, quiéralo o no. Carlos Marx

Tras la derrota parlamentaria el gobierno de Cristina Fernández de Kirchner parece mucho más inconsistente. Perder en el terreno que el gobierno eligió para dar la batalla catalizó reprimidos síntomas de descomposición política, por tanto, cabe preguntarse si el conglomerado que orbita en derredor del ejecutivo logrará o no volver a funcionar sin excesivos tropiezos, si la lógica K proseguirá su marcha recuperando la perdida iniciativa política, o si de aquí en más el palo en la rueda –con la fricción que tal resistencia supone– será parte del nuevo modus operandi del bloque agrario; y por último, es preciso saber si, tras la victoria, la burguesía agraria sigue sola, o si se constituirá en punto de recomposición de la política nacional. En suma, si la victoria parlamentaria pondrá fin a la cara legal del conflicto para retomar recursos ilegales como el corte de ruta, o si el bloque campero –una vez marcada la cancha– participará de una reestructuración del espacio parlamentario, a partir de sistematizar el mecanismo transversal que le aportó la estratégica victoria del 17 de julio.

DOS TÁCTICAS DEL BLOQUE AGRARIO. Desde el momento en que el bloque encabezado por la Sociedad Rural resolvió cortar las rutas de aprovisionamiento de los grandes centros urbanos, la movilización burguesa combinó instrumentos ilegales con métodos legales. A nadie se le escapa que cortar la libre circulación de mercancías y personas configura un delito tipificado en el Código Penal, que el gobierno nacional es el garante del artículo 14 de la Constitución Nacional, y que el normal funcionamiento de la sociedad –económico, político e institucional– depende de su cumplimiento.
No deja de llamar la atención que en un país donde casi todos los abogados se arrogan potestades de especialistas en Derecho Constitucional, ninguno se haya pronunciado por el inmediato cese del bloqueo a los grandes centros urbanos. La presidenta –que también es abogada– se limitó, en diversas oportunidades, a pedir –con tono muy circunspecto– que dejaran circular bienes indispensables, mientras los piquetes determinaban –como poder enfrentado con el poder constituido– quién pasaba y quién no.
El impacto de la política de doble poder ejercido por los epígonos de la Sociedad Rural se hizo sentir en primer lugar en la filas del propio gobierno. Basta mirar geográficamente la votación para comprobar que en Córdoba, Entre Ríos, Santa Fe, Corrientes y Chaco la mayoría de los diputados votaron contra la resolución 125. Sólo la provincia de Buenos Aires resistió el embate. Sin embargo, Felipe Sola –ex secretario de Agricultura y Ganadería del gobierno de Menem, y gobernador K hasta hace pocos meses– lideró los 15 diputados que cambiaron de querencia. Dicho con matemática exactitud: transformó una holgada mayoría parlamentaria en una ajustada mayoría circunstancial.
Pero la dimensión de la hemorragia política, el brutal cambio de relaciones de fuerza, provino del Senado: doce elegidos en la boleta oficialista saltaron la tranquera. Para que se entienda: la votación que podía haber concluido 48 a 24 terminó 36 a 36, y el tembloroso desempate –a manos del vicepresidente– terminó con un gol en contra que arrasó el armado político de los Kirchner.
Retomemos el hilo. Es inevitable recordar que el ascenso K durante el 2003 –de la mano de Eduardo Duhalde y el PJ de la provincia de Buenos Aires– obligó a los Kirchner a incluir en las listas parlamentarias un mix cuya lealtad no podía no ser opinable. Aun así, esto no presentó mayores complicaciones parlamentarias. Ahora, las listas construidas pieza por pieza a partir del 2005, que terminaron incluyendo a un radical K en la fórmula presidencial, las que surgieron de la abandonada transversalidad y del restablecimiento del agónico Partido Justicialista, esas les estallaron a los Kirchner en la cara.

LA NATURALEZA DEL CONFLICTO. La resolución 125 del Poder Ejecutivo establecía las retenciones móviles. En rigor de verdad, las retenciones modifican la paridad cambiaria: la relación peso dólar ya no se determina en el despacho del presidente del Central. Antes del 2001 la convertibilidad dejaba al Banco Central sin política monetaria, al organizar un sistema de paridad fija –un peso, un dólar–. La combinación entre precios internacionales sin demasiado glamour y esa política cambiaria resultó terrible para los productores agropecuarios. A tal punto que un agudo comentarista sostuvo que para ejecutar la reforma agraria bastaban las carpetas de morosos en poder del Banco Nación. La deuda impaga hacía posible confiscarles el campo, y si tal cosa no sucedió fue por decisión de Roberto Lavagna, en aquel entonces ministro de Economía, conjuntamente con Felisa Miceli, en aquel entonces presidenta del Banco Nación, bajo la atenta mirada de Néstor Kirchner.
Los productores lo recordaron, y cuando hubo que elegir presidente en el 2007 votaron en masa por Cristina Fernández. Pero si bien habían sido ayudados a salir del fondo del pozo de la mano del gobierno, no eran exactamente los beneficiarios principales de su política agropecuaria.
Conviene recordar que las entidades financieras gozan de inusitados privilegios: el primero, las transacciones financieras no pagan impuesto, por tanto terminan siendo competidores imposibles de batir, ya que sus antagonistas si pagan impuestos. Para que se entienda, si un pool de siembra está organizado desde una entidad financiera, está en condiciones de alquilar tierra pagando un canon más elevado, ya que puede repartir la carga impositiva con su asociado, elevando así la renta percibida por el propietario en concepto de alquiler. Si a esto se añade la escala productiva, y una disponibilidad de caja que permite comprar a precios inferiores –recordemos que los productores medianos y chicos sólo tienen dinero en el momento de la cosecha–, sin olvidar que no es lo mismo vender 4.000 toneladas de soja –que es lo que produce un campo de 1.000 hectáreas en la Pampa Húmeda– que 400.000 –que es lo que produce el alquiler de 100.000 hectáreas–, es claro que el pool de siembra se queda con la mayor tajada del negocio productivo.
Por otra parte, los acopiadores pagan discrecionalmente a los productores, sin mayores controles por parte del Estado; les basta manifestar luego el destino de su compra –la exportación de soja tiene una retención 15 puntos mayor que su compra para transformarla en aceite– para quedarse con la diferencia. Dicho sintéticamente: en los dos extremos, pool de siembra o comercio exterior, estaba y está la crema del negocio, y los productores la ven pasar sin arrimar el bochín.
Y una última cuestión: los propietarios de extensiones menores a las 400 hectáreas, fuera de la Pampa Húmeda, no tenían ni tienen más remedio que alquilar la tierra en las condiciones impuestas por el pool, ya que no están preparados para explotarlas directamente por falta de capital.
De modo que la última suba de precios internacionales les permitía arañar –a los más chicos– un fragmento de la renta extraordinaria que los independizaba relativamente de los grandes jugadores del sistema. Con esa ilusión se lanzaron a los cortes. Y por cierto fueron burlados.

EL NUEVO ESCENARIO. Los precios agrarios internacionales subieron a caballo de la incorporación de China e India al consumo, y de la burbuja financiera organizada por la especulación de los mercados a término. La crisis global –conviene recordarlo– se inició en derredor de las empresas puntocom, que primero crecieron hasta alcanzar valores exorbitantes y luego se derrumbaron por debajo del piso histórico. Después la burbuja se desplazó hacia las empresas destinadas a proporcionar crédito a las constructoras, y el efecto dominó de la crisis no sólo arrastro a las constructoras, sino a los bancos que adquirieron los créditos menos seguros, primero, a los bancos involucrados en los negocios inmobiliarios, después, y a los grandes bancos, finalmente; y esto no sólo sucedió en los Estados Unidos, sino que golpeó también el corazón del capitalismo europeo.
La crisis prosigue su marcha, hoy la burbuja financiera dejó de traccionar los precios del petróleo y la soja. Los precios dejaron de crecer, el dólar se sigue devaluando, y nadie puede saber hasta dónde se caerán. La teoría enseña que todas las burbujas –más bien temprano que tarde– explotan. Cuando sucede tal cosa, los precios se derrumban y en ese mismo instante aparece otro gran negocio: comprar por monedas lo que antes costaba una fortuna. Es decir, las hectáreas argentinas que alcanzaron los precios de Wisconsin con suerte conservarán las de Santiago del Estero. Y el pool que hasta hoy hizo negocio alquilando, podría terminar adquiriendo la tierra por el valor de una cosecha como la del 2007.
Sin embargo, conviene no adelantarse tanto a los hechos. Es decir, consideremos la escena local. Una pregunta golpea con insistencia: ¿qué cambió en los últimos seis meses para que un gobierno surgido del voto popular haya perdido semejante caudal de capital político?
La respuesta no es simple. Entre 1976 y el 2001 un proyecto político y económico se ejecutó con implacable sistematicidad: la reprimarización de la economía argentina. José Alfredo Martínez de Hoz fue su autor intelectual y Domingo Cavallo su mecánico circunstancial. Ese proyecto transformó al bloque de clases dominantes en un conjunto de rentistas con unos 200.000 millones de dólares radicados en el sistema financiero internacional. Es una clase dominante que no necesita ser una clase dirigente, le bastan sus rentas y los negocios circunstanciales.
El estallido del 2001 impidió que el sistema prosiguiera su marcha, y para salir del fondo del pozo todos los caminos que reavivaran la actividad económica parecían excelentes. Los instrumentos que permitieron salir, los instrumentos del “éxito”, ya no sirven para proseguir. O el viejo programa sigue su curso o se constituye uno nuevo: pues bien, mientras el viejo no sea reemplazado sigue vigente, y los valores que este programa cristalizó –los valores compartidos del menemismo líquido– pueden sintetizarse en una oración: la política es la continuación de los negocios por otros medios. La posibilidad de un nuevo negocio rápido –crecientes precios agrarios– cambió la percepción de los dueños de la tierra. Y los que nada poseen no hacen política propia –¿alguien vio a la clase obrera en este conflicto?– y tampoco tienen una percepción distinta. Entonces, si eso es así, si el único programa es hacer caja, sólo se trata de saber si la caja la hace el Estado aumentando las reservas del Banco Central, o la hacen los particulares incrementando sus acreencias en el mercado financiero internacional.
Los defensores del viejo programa salieron a la calle y ganaron la primer batalla, es preciso saber si el gobierno lee adecuadamente el problema y se prepara para la segunda, o si con este correctivo le resultó suficiente. Si no hay segunda batalla, el sistema político probablemente no se modificará sustancialmente, en cambio otra batalla requerirá de otros instrumentos.
Publicado en Pausa #18, viernes 12 de setiembre de 2008

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