viernes, 8 de agosto de 2008

Mano dura adolescente

Por María Cecilia Moscovich


Ayer empecé a reemplazar en un 5to. año, en “Formación Ética y Ciudadana”.
El tema que estaban viendo era Derechos Humanos. Escribí esas dos palabras en el pizarrón y les pedí que empezaran a decir lo que se acordaban, a lo que les refería. Tras varios “no me acuerdo nada”, un grupo de alumnas dijo “los derechos humanos son eso por lo cual los sacan a los ladrones de la cárcel”. A continuación, hicieron chistes sobre Hitler, reivindicaron la dictadura…
Y ahí se armó.
Se armó una gran discusión. Yo repreguntándoles y rebatiendo lo que decían, las chicas vociferando muy emocionalmente una serie de enunciados que fui tratando de apuntar en el pizarrón, como para tratar de analizar más fríamente lo que se estaba diciendo. Todos los enunciados eran prototípicos del discurso de la mano dura.
Es cierto que gran parte de los alumnos permanecieron callados.
Volví a mi casa y me puse a escribir esto, un poco tratando de digerir, un poco buscando una forma de dialogar, porque la discusión de ayer –como jamás me pasó con mis alumnos– se pareció más bien a una pelea. Nunca antes me había pasado encontrarme con adolescentes con un discurso así. Si fuera cualquier otra situación, probablemente me olvidaría del asunto o estaría malhumorada un rato y se me pasaría luego. Pero estos chicos van a ser mis alumnos durante los próximos 3 o 4 meses.
No hay una sola visión del mundo. Está la derecha, está la izquierda, y un montón de matices y rejuntes en el medio. Por lo general siempre he estado de acuerdo con mis alumnos, o por lo menos ellos no defienden con tanta sulfuración sus diferencias.
En la escuela compiten y se encuentran varias visiones sobre el mundo, se negocian significados. No hay una sola visión sobre el mundo y la sociedad. La discusión, la escucha de las diferencias, debe llevarnos a mover nuestro pensamiento, no a aferrarnos a las posiciones que teníamos previamente. Si tanto gritamos, si tanto vociferamos, ¿cómo podremos llevarnos algo de lo que los otros dicen, cómo algo de lo que los otros dicen servirá para modificar nuestro pensamiento?
Estoy dispuesta a buscar algo de razón en lo que dijeron. De todos los enunciados que fui apuntando en el pizarrón, ¿en ninguno había algo de verdad, y de justicia? ¿Por qué me chocó tanto lo que dijeron? ¿Por qué choca tanto el discurso de la mano dura?
El discurso de la mano dura, tiene un fondo de justicia. Hay por lo menos una pretensión de justicia en sus exigencias. Se exige que a un delito corresponda un castigo justo. Que el que cause un daño, lo pague. Se exige que el trabajo y el esfuerzo sean la única fuente de obtener lo que se tiene, y no el delito ni las prebendas de los políticos de turno. Se exige respeto por la vida humana, por las propiedades y bienes conseguidos con trabajo. Se exige sentirse seguros y tranquilos.
Ésas son pretensiones justas. Yo las comparto, y no creo que haya persona en el planeta que no las comparta.
¿Entonces cuál es el problema con el discurso de la mano dura? ¿Por qué estuvimos una hora entera gritándonos si en eso estamos de acuerdo?
El problema con el discurso de mano dura es que más que como un discurso de justicia suena como un discurso de venganza.
El problema con ese discurso es que sus exigencias de justicia van asociadas con afirmaciones injustas, con asociaciones ofensivas y discriminatorias, llenas de odio y resentimiento.
El problema con el discurso de la mano dura es que cree que la descripción de la realidad es un argumento ético. El discurso de la mano dura enumera hasta el cansancio todo lo que pasa y, en algún sentido, dice cosas ciertas (los robos, la inseguridad, las muertes). Con ello, entonces tenemos que darle razón. Pero contar lo que pasa no es pensar, es sólo contar lo que pasa, y no es imaginar una alternativa de cambio.
El problema con el discurso de la mano dura es que lo que propone es el epitafio de los hechos: en vez de encerrar a los menores que delinquieron, ¿por qué no pensar en algo para hacer antes?
El problema con el discurso de la mano dura es que simplifica en un par de recetas mágicas un problema inmensamente complejo. Deja mucho, muchísimo, de lado.
Claro que hay corrupción en la justicia, claro que las cárceles no funcionan. Todos queremos que la justicia mejore y las cárceles mejoren. Yo también, y asimismo “los de derechos humanos”.
¿No es un poco incoherente exigir más cárceles al mismo tiempo que gritamos que las cárceles no funcionan? ¿No es incoherente pedir más policías cuando al mismo tiempo se grita que la policía es corrupta?
¿No habrá que imaginar, entonces, otra cosa?
Nadie dice que haya que abolir las cárceles o dar rienda suelta al delito... claro que no. El sistema penal debe mejorar. Debe haber policías y el delito ser castigado. Claro que sí.
Pero hay muchas cosas más que deben hacerse, y el problema con el discurso de la mano dura es que siempre las deja de lado.
Todos, hasta los de derecha, saben que el aumento exponencial del delito en Argentina en los últimos años viene de la mano del aumento de la desigualdad y la exclusión social. Mis alumnas ayer se empeñaban en rebatir este hecho, probablemente el único indiscutible en todo esto. Decían que mucha gente sin recursos trabajó desde abajo, y no roba, por lo que –decían– la desigualdad y la exclusión no están en la raíz del delito. Afirmación sorprendente en unas alumnas que minuto seguido decían que “los negros que se reproducen como conejos no paran de robar y matar por dos pesos”.
¿Podemos afirmar seriamente que en la desigualdad social y la exclusión no está la raíz del aumento exponencial de la violencia del delito? Diré, también, que esto no implica criminalizar la pobreza, por el contrario a gritos dije que si todos los pobres –la mitad de la población argentina– fuesen criminales, ya no habría nadie vivo.
Entonces, ¿qué es más urgente? ¿Construir cárceles, encerrar menores, juzgarlos como a adultos, implementar la pena de muerte –y todas las cosas que mis alumnas dijeron– o atacar la desigualdad, generar trabajo genuino, redistribuir la riqueza, educar, generar inclusión social, y mantener la esperanza en el poder que la educación, el trabajo y la cultura tienen en la transformación de las sociedades?
¿Es mucho pedir a unas chicas de 17 años que tengan esperanza? ¿No se puede cambiar un discurso de justicia basado en la venganza por uno de justicia basado en la esperanza y el cambio de la realidad?
Mis alumnas dijeron que a los pobres se les vive dando oportunidades y que las malgastan. ¿Será tan así? ¿No será exagerado, y por ello falso? ¿No habrá historias de transformación, de dignificación, de oportunidades aprovechadas? Yo podría contar miles.
¿Saben mis alumnas que la sociedad polarizada, fragmentada, exclusora y desigual que tenemos, es producto de la política económica implementada por la dictadura que reivindican? ¿Saben que gracias a “los militares” la clase media argentina se vino abajo, la riqueza se concentró y millones de personas fueron expulsadas a la miseria y la indigencia?
¿Les parece a mis alumnas una linda imagen del futuro una sociedad llena de villas y de cárceles? ¿No será mejor poner la energía también en terminar con la pobreza? No, no podemos prenderles fuego. No sólo porque hacerlo nos convertiría en bestias, sino porque volverían a aparecer, porque es el sistema el que fabrica pobres, chicas, no ellos “que se reproducen como conejos”.
Sí preocupémonos por la seguridad, exijamos justicia y castigo al crimen. Pero la justicia no pasa sólo por la seguridad. Quiero decirles que “los de derechos humanos” no pelean sólo “por los negros”. Peleamos por una sociedad más justa para todos los humanos. Peleamos por una idea de humanidad donde tengan lugar la esperanza, la compasión, la posibilidad de transformación y de volvernos mejores.
Pongamos nuestra energía no en odiar, sino en pensar alternativas para terminar con la raíz del problema. Les pido atención para que sus exclamaciones de justicia no se conviertan en exclamaciones de odio y, por tanto, injusticia.
El tema del sistema penal es un tema fascinante y también urgente; vamos a ponernos a estudiar sobre el mismo (algo fundamental al emitir opiniones tan apasionadas es investigar el tema). Pero no es la única dimensión de la justicia, y no es la única que debería preocuparles. Construir una sociedad de verdad más justa pasa por construir no una sociedad llena de encerrados, sino por construir una sociedad más igualitaria.

Publicado en Pausa #13, viernes 8 de agosto de 2008

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1 comentario:

Anónimo dijo...

Q triste no encontrar esperanza de cambio en tus alumnos, comparto tu preocupacion Ceci!...la sociedad en la que estan creciendo les tira esos discursos dicotomicos y contradictorios.. les muestra la intolerancia porr todos lados y la busqueda de soluciones rapidas por cuenta propia,etc, etc....Poder abrir la discusion...tirar sobre el pizarron las distintas miradas... hace q tu aula pueda ser una grieta...parar la pelota para pensar es algo muy importante que estas haciendo y no es mucho pedir para adolescentes de 17 años!!! la adolescencia es un camino de busqueda entre diferentes posibilidades abrir los ojos frente al mundo...ellos debrian salir de la pantallaaa y pensar un mundo desde diferentes puntos de vista haciendose cargo de los posicionamientos pero creo q la libertad de discusion tiene un limite...hasta el limite de que todos pero todos somos distintos y tenemos derecho a disfrutar de ese unico mundo en q vivimos!eso es etico. Suerte con Penal...por algo hay q seguir!!! VICU