viernes, 29 de agosto de 2008

Palabras vacías

Por Gastón Chansard

Los días olímpicos dejaron record mundiales, recuerdos, emociones y críticas con poco sustento. El exitismo de la prensa no transita por la misma pista del deporte nacional.

El universo deportivo expresó todas sus emociones en Beijing. En algo más de dos semanas, todos (los que entienden poco, mucho y nada) dedicamos algunos minutos de nuestras vidas para espiar a miles de atletas que llegaron a la competición sublime del deporte mundial.

Desde este espacio, donde tantas veces se trataron temas muy alejados de la agenda mediática deportiva, hoy se hace realmente imposible no involucrarse en una cita que dejó cientos de temas a desarrollar: desde las nuevas marcas mundiales logradas por seres humanos que parecen máquinas creadas en algún laboratorio asiático, hasta la extraordinaria organización de todas las competencias. Y entre tantas cuestiones que surgieron de estos históricos Juegos Olímpicos, una vez más la opinión fácil y la ignorancia de gran parte de la prensa argentina y la exitista (con todos los males que esa palabra arrastra) clase media nacional, me provocaron un deseo enorme de hacer una autocrítica. Sí: autocrítica, porque quien escribe es hijo de la clase media argentina y por elección periodista –aunque muchas veces sienta profunda vergüenza por compartir la vocación con algunos colegas.

La postura de buena parte de la clase media con respecto al conflicto entre las entidades del agro y el gobierno nacional se reflejó, claramente, en los 120 días que duró el mismo. ¿Usted cree que el señor que atiende la pinturería, la peluquera, el empleado del banco o el joven estudiante de arquitectura distinguen el real problema existente entre el sector agrícola-ganadero y el Ejecutivo nacional? ¿Usted cree que todos los movileros, conductores de noticieros y periodistas en general saben “de la A la Z” cada punto de este reclamo campestre? Yo creo que no.

En los Juegos Olímpicos, como en la pelea “campo vs. gobierno”, la sociedad y la prensa hablaron de muchas cosas sin entender demasiado. Desde la crítica, el individuo es capaz de crecer y desde la autocrítica mucho más. Pero cuando la crítica se desploma al exigir un mínimo argumento, es tan dolorosa como injusta.

Durante varios días de la competición olímpica, en radio y en televisión sobraron los rápidos de lengua para asegurar que el deporte argentino había fracasado una vez más. ¿Argumentos? Sí, uno: el Estado no les da el respaldo que se merecen los atletas nacionales. ¿Algún argumento más? No. ¿Usted cree que Suecia o Suiza son países relegados en el contexto económico, social y cultural con respecto a la Argentina y que, por ese motivo, no pudieron apoyar a sus deportistas? Si usted cree que es así no vivió en este mundo, por lo menos, en los últimos cuarenta años. La pregunta que hace referencia a estos países europeos no es casual, sólo es el comienzo de otra pregunta: ¿Cómo explica el “sabelotodo” argento que Argentina finalizó mejor ubicada que Suecia y Suiza en el medallero olímpico? Dudo que existan respuestas con sólidos argumentos.

Con el simple ejemplo de observar el medallero y comparar puestos entre países desarrollados con el nuestro, no pretendo aseverar que el apoyo del Estado nacional es el adecuado. Todavía el deporte en la Argentina sigue siendo una cuestión secundaria, por lo tanto es muy complicado codearse de igual a igual en la gran mayoría de las disciplinas con los países del mundo que realmente aplican políticas deportivas a mediano y largo plazo. El tema central es saber qué hacen los que tanto critican durante los Juegos Olímpicos las actuaciones nacionales durante las Olimpíadas. Cabe aclarar que Olimpíadas es el tiempo que transcurre entre el Juego que terminó y el que está por empezar (muchos periodistas hablan y hablan y ni siquiera diferencian las terminologías).

Si los periodistas no saben o ni siquiera se esmeran en saber qué está haciendo el atleta o el Estado por ese atleta durante los años previos a los Juegos, carecen de toda seriedad cuando esgrimen sus críticas desde el poder del micrófono. Muchos de los colegas vinculados al fútbol son los primeros en cuestionar la falta de éxitos, y son ellos los que a veces la juegan de promotores de proyectos a largo plazo, los que enarbolan la bandera del exitismo de la que después se hace partícipe la sociedad.

El exitismo es malo en sí mismo, pero mucho más cuando la promoción llega desde los medios masivos de comunicación, que sin saber si quiera la reglamentación de los deportes son capaces de sentenciar un “fracaso del deporte nacional”. Muy sueltos de cuerpos, estos periodistas que hablan mucho y piensan muy poco lo que dicen, exigen más dinero para los deportistas por parte del Estado. Pero esos recursos que todos queremos que lleguen a los atletas para que puedan entrenarse más y mejor, ¿de dónde creen que deberían salir? Por ejemplo: la clase media y estos colegas sueltos de lengua, ¿estarían de acuerdo con que se retenga parte de lo que gana “el campo” para darle a los deportistas? O, en Santa Fe, ¿le pedirían al intendente que aumente más y más la Tasa General de Inmuebles para que colabore con los representantes de nuestra ciudad?

Las políticas deportivas de las que sólo habla esta gente durante los Juegos Olímpicos no se pueden pensar ni discutir a la ligera en cinco minutos de radio o televisión. Las políticas deportivas, en las que debería estar íntimamente ocupado el periodismo deportivo, se las exige, mínimamente, desde el entendimiento y la preocupación por el deporte y el deportista. Y, que yo sepa, nunca se escucha a una yudoca o a un jugador de tenis de mesa en algún medio nacional, y mucho menos en nuestra ciudad, donde el fútbol se come todo.

Los Juegos fueron grandiosos –sin lugar a dudas los mejores de la modernidad– y el glorioso deporte argentino, para orgullo de los que lo amamos, se subió seis veces al podio. Ahora vendrán los días del fútbol (deporte que adoro y creo entender), los olvidos de los que tanto critican, pero cuando vuelvan a faltar pocas horas para que la llama se encienda en Londres, con ella también enardecerán los que estamos hartos de escuchar tantas palabras vacías.

¿DE QUÉ HABLAN LOS QUE HABLAN DE FRACASO? Argentina finalizó en la 34ª posición del medallero olímpico. Segundo con respecto a Sudamérica –Brasil consiguió una medalla de oro más que nuestro país– y tercero a nivel América Latina. Cuba fue el mejor. Países con mayor presupuesto económico, como Grecia, Suecia, Austria o Suiza, terminaron por debajo de la delegación albiceleste.

Publicado en Pausa #16, 29 de agosto de 2008.

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