viernes, 17 de octubre de 2008

El quinto peronismo

Tres escenas para comprender la actualidad del Partido Justicialista. ¿A quiénes acosa el 17 de octubre de 1945, a quiénes dio vida el 1º de mayo de 1974? Vigencia y permanente mutación del menemismo: qué significa hoy lealtad.

Por Juan Pascual

Perón es el pueblo es la patria es la nación es el líder es el padre es el macho es el facho, el demagogo, el proxeneta corruptor, el tirano prófugo, el traidor a la patria, es Perón. Perón salvó al pueblo, al país lo hundió Perón. Perón dio casa, hospitales, vacaciones a los trabajadores con los lingotes de oro que vinieron de la guerra y que despilfarró Perón. De este lado te digo que Perón es Perón; Perón es Perón, te digo de este lado.

Sobre el 17 de octubre de 1945 se ordenó, durante 30 años, la cuestión política en la Argentina. En los dos polos de ese espacio se encuentra Perón: principio y fin estaban en cómo se lo definía. Perón se instituía a sí mismo como voz de la patria y del pueblo. Eso quería decir que no había término medio para la oposición o para los mismos peronistas. Y, en segundo lugar, que no había modo de circunscribir a Perón en una forma única: por definición patria y pueblo (esto es: la voz de Perón) albergan a Apold y a Cooke, a la Triple A y la Tendencia. La imbecilidad del rancio pasado criolloespañol –que jamás pudo darse un proyecto industrial y, por ende, un partido de masas– se encargó de cristalizar ese sentido: erotizó la voz del viejo a fuerza de reprimirla a bayoneta y bombazos, al tiempo que, obviamente, así se excluyó de la democracia electoral.

Te digo que Perón es Perón; Perón es Perón, te digo. Acaso como un residuo del pasado, un motivo de tediosas letanías de la nostalgia o el rencor, de furiosas catilinarias online o de algún tirito sindical, todavía hoy sigue repitiéndose esa controversia vetusta, cuando Perón mismo se encargó de zanjar la cosa.

Más allá de sus manifestaciones explícitas, la expulsión de Montoneros de la plaza hoy supera a la sepia imagen de 1945 y su lógica. Pueden durar los retazos de los viejos rituales, despedazados y huecos. Pueden montarse encuentros entre el líder y el pueblo, besos a los niños y arengas de barricada al son del bombo. Puede pervivir la repetición teatralizada del 17 de octubre, pero sólo bajo la difracción del lente de la plaza del 1º de mayo de 1974. Porque en esa plaza se terminó la voz que a todos reunía, porque en esa plaza esa voz, ese líder, tomó una decisión y un partido, así hoy eso sea denegado.

Tres escenas son imprescindibles para un cuadro de la actualidad del justicialismo en relación con sus relatos míticos, su posición en el sistema electoral y su modo de gestión. Esto es: su historia, su acción para y desde el Estado, su forma de conducir los hombres mediante diferentes dispositivos de poder específicos. La primera escena refiere a un estallido, la segunda a una diseminación, la tercera a un ordenamiento.

El estallido es esa expulsión, en la propia voz del líder, de la agrupación político militar más dinámica del movimiento peronista de la década del '70. Lo que estalla es el líder mismo y, con él, toda la constelación que giraba sobre su eje. Nunca más el peronismo va a admitir juntos a todos los hermanos, que en lo sucesivo se deglutirán por la herencia. No obstante, el punto es ver qué posibilidades abrió ese estallido: allí la escena de la diseminación, en la contienda de la cual saldría ungido Carlos Menem como presidente reelecto.

Quienes se hayan escandalizado con el “pankirchnerismo”, rótulo previo al conflicto por la renta agraria, no sólo deben recordar que la elección presidencial de 2003 fue la disputa interna del partido: la ya lejana contienda de 1995 tuvo como fórmulas principales a dos duplas de peronistas. Las astillas de la explosión de 1974 explican esas escenas.

Es posible rastrear la existencia de un peronismo de izquierda: para algunos es un orgullo, para otros una perversión y para otros más una contradicción. Empero, es imposible la concepción misma de un menemismo de izquierda o de un kirchnerismo militarista. Si la figura de Perón trascendía los peronismos particulares, la decisión de 1974 marcó cómo los peronismos, en lo sucesivo, irían más allá de sus líderes. Eso explica cómo el menemismo superó a Menem por medio de De la Rúa, su avatar blanquito y marketineramente “incorruptible”, y cómo la Renovación de Cafiero pedaleaba en el vacío: ya Perón había renovado la gramática del peronismo en la plaza del 1º de mayo.

Se puede distinguir una primera etapa del PJ entre 1945 y 1955, una segunda de la resistencia y una tercera que va del retorno al país a la retirada de la plaza. La cuarta se inicia con ese estallido y culmina en 1989. Porque fue Menem quien inauguró el quinto peronismo, el peronismo con un contenido específico, abierto por lo que ese 1º de mayo posibilitó: el que salta liviano por diferentes mojones de la historia propia –sea el león herbívoro de la pacificación y la unidad, sea (vaya paradoja) la juventud maravillosa del Tío y el General, o sea la alianza entre el trabajo y la burguesía nacional–, el que se juega en la palabra “modelo” y lo que ella signifique –en 1993, en 2008 o en 2011–, el que frente a la derrota siempre apela, como niño desvalido, al Padre –en 1999 o en la reciente conmemoración de los bombardeos del '55–.

Hubo una época gloriosa del programa de TV Polémica en el bar. En las emisiones de 2004 de esa aberración de los hermanos Sofovich, quienes gustamos del humor de Alfredo Casero encontramos la oportunidad de ver una obra que repetía su estética, claro que sin quererlo. Gerardo, Chiche Gelblung, González Oro y Rial, en suma, daban risa. Mientras tanto el quinto integrante, el más lúcido, maldito y retorcido de todos, daba en la tecla: “El peronismo es un conglomerado de barones provinciales” sentenció una madrugada Jorge Asís, el escritor, el funcionario menemista, el vice del puntano que conversa con aliens. Eso es el ordenamiento.

La tercera escena –que permite delinear la lógica de una serie central de tensiones, acuerdos y coacciones propias del sistema electoral y de los dispositivos de gobierno– tiene como teatro una sucesión de reuniones durante los últimos días de diciembre de 2001 y como actores a los entonces gobernadores del PJ. La debacle del Menem blanco, el nombre de la sucesión, y el control y represión del 19 y 20 fueron jugados allí. Y de allí emergieron Adolfo Rodríguez Saá, Ramón Puerta, Eduardo Duhalde. Allí se percibe la transformación del movimiento en partido (previa reducción de la columna vertebral sindical a apéndice del Poder Ejecutivo o mera fuerza de choque, sin el tercio histórico de representación obrera en las cámaras legislativas y con la carga de haber entregado sus representados al desempleo), la configuración del partido como conglomerado de diferentes líderes con diferentes doctrinas (en lugar de un solo líder, superior a cualquier forma doctrinaria) y del conglomerado de líderes en el único grupo (diverso) que sostiene en el tiempo un dispositivo de gobernabilidad en el territorio. Allí se comprende qué significa que la tasa de reelección de gobernadores (cuando ello es posible) ronde el 70%, y qué implica que la gestión de los jirones del Estado previo a los 90, con el sistema educativo y de salud, esté bajo la égida provincial. Allí se comprende qué conlleva, también tras la desaparición del Estado de Bienestar, una interna territorial y local por el manejo de una Unidad Básica y los planes sociales que ésta tramite.

La reinvención de la política clientelar por parte del quinto peronismo no es más que la forma de incluir una población económicamente excluida y un pueblo políticamente vaciado por la modalidad neoliberal de gobierno. Es una necesidad: el clientelismo más que ser propio al peronismo es inherente al neoliberalismo. Sólo con el dispositivo clientelar en la mano se puede gestionar el país neoliberal. Y por vía del peronismo se introdujo efectivamente el neoliberalismo bajo su forma democrática: lógica se hace la asistencia social de las manzaneras duhaldistas.

Las posibilidades abiertas por el quinto peronismo son infinitas: a cada nuevo líder, una nueva promesa, una nueva doctrina. A cada nueva gestión, una reinvención más del pasado. A cada crisis, el resguardo de la gobernabilidad en la figura de un peronista –recientemente Duhalde o Felipe Solá, hasta Pino Solanas o, con la crisis financiera, nuevamente los Kirchner–. Expandido sobre todo el arco de la posibilidad política electoral, manejando el dispositivo gubernamental, clientelar, territorial, dibujando diariamente su pasado, desde 1989 el peronismo se pliega sobre sí mismo, muta y crece.

Mientras tanto, a veces pareciera verse a los partidos y partidarios del no peronismo buscando a un pueblo que, en el mejor de los casos, se ve lejano, que en privado suele concebirse como obnubilado a base de chimi y choris o que, en la peor de las formas, se figura como una masa de negrobrutodrogadictopiqueteroladrón culpable de todo que ni debiera recibir una chapacartón. Con las coordenadas de un sistema electoral que ya caducó hace rato, perdieron de vista que el quinto peronismo también los penetró y transformó hasta el tuétano en sus estructuras y prácticas, (también) dividiéndolos, absorbiéndolos, convocándolos o, inclusive, sosteniéndolos. Y que (también), sin embargo, les dejó un hueco.

Pareciera, a veces, que lamentan como robado algo que nunca tuvieron. Algo así como un 17 de octubre.

Publicado en Pausa #23, 17 de octubre de 2008.
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5 comentarios:

Anónimo dijo...

No se olvide, amigo Pascoal, que además de todo lo reflejado por su incontrastable sapiensia, el General se dio el gustode su vida al aprobar el préstamo para la construcción del templo más concurrido de la futbolia argentina que es la cancha de La Gloriosa Academia. Así que ¡¡¡Chiva a todos ustedes putos amargos de la periferia futbolística nacional, porque Perón es nuestro!!!

Recuerdo que mi amigo Paulo Ricci afirmó una vez que el Pocho era bostero, a Paulo Ricci -entonces- debo decirle que cierre el orto.

Perico, hincha de Perónperóóóónnn

Anónimo dijo...

el general tenía sus defectos. Era amigo de Rucci, echo a los montos, y era de Racing. No se le peude pedir todo a un lider

Anónimo dijo...

otro gran defecto de Perón era la incapacidad (o imposibilidad) de dejar afuera de su grandeza a tagarnas como el que posteó el 20 de octubre de 2008 12:24. besos a Pascoal y Chuca, cocazo para Nievas.

Anónimo dijo...

Interesante nota sobre el peronismo. ¿Cuantos peronismos quedaran por vivir?. Cuando uno ve la historia del peronismo a lo largo de los años se podría comparar con la guerra de las galaxias. Una nueva esperanza (1977)El imperio contraataca (1980) y El retorno del Jedi (1983. Dos décadas después se estrenó una nueva trilogía de películas, formada por La amenaza fantasma (1999), El ataque de los clones (2002) y La venganza de los Sith (2005). ¿Vieron el parecido de Darth Vader con el cabezon Duhalde?. Saludos, compañeros.

Anónimo dijo...

Y de Chiche con Chewbacca?