viernes, 12 de diciembre de 2008

Guía práctica para ir a la juguetería

Por Virginia Torres (*)

El mejor regalo que podemos darles a los niños es jugar con ellos, ayudarlos a que exploren y conozcan las pequeñas cosas del mundo, a que se sorprendan e imaginen nuevas formas de jugar, así como de divertirse con sus amiguitos.

El juguete es fundamental, pero nos hemos olvidado de la acción que nos permite: el jugar. Eso es lo más significativo de la infancia, lo que los niños hacen, lo que sienten con el juguete; no el objeto por sí mismo. Los adultos deben “recordarles” a sus hijos la seria ocupación de jugar permitiéndoles disfrutar de sus juguetes, así como les enseñamos a hacer las cosas de la escuela o a alimentarse. Esto es: propiciar el placer de jugar, logrando que se sorprendan y se diviertan pensando nuevas formas de hacerlo. Para ello, debemos como adultos darnos tiempo para disfrutar con nuestros hijos. Podemos permitirnos jugar, es sólo una cuestión de darse permiso de adulto para volver a disfrutar de ese placer. Y podemos empezar esta navidad, buscando en la juguetería un juguete que nos guste a nosotros como adultos, y niños que fuimos. Algo que disfrutemos ahora o en la infancia. Quizá a su niño no le interese ese juguete o juego en sí mismo, pero disfrutará de verlo a usted con la misma actitud de juego que la de él, y seguramente en otra ocasión le volverá a pedir “vamos a jugar de nuevo a...”.

GUÍA PARA IR A LA JUGUETERÍA. Esta cuestión no sólo debe preocuparnos en estas fechas; también podemos empezar a reflexionar sobre lo que ofrecemos a nuestros niños con cada juego o juguete. Veamos algunos aspectos clave:

1. No se deje llevar por los vendedores, usted conoce mejor a su niño. Pregúntese: ¿con qué lo he visto jugar muy entretenido? ¿A qué juega cuando viene a mi casa?¿Qué objetos de mi casa le llaman la atención? ¿Está mucho tiempo jugando sentado solo o le gusta jugar con sus amiguitos? ¿Dónde y con quién juega? ¿Cuál es el juguete preferido y que le han regalado últimamente? ¿Qué cosas está aprendiendo (agarrar, golpear, contar, escribir, nadar)? De esta forma se irá haciendo una idea de sus intereses, sus habilidades, aquellas cosas que todavía no ha explorado y sería bueno fomentar o aquellas cosas con las que se divierte mucho. Si no responde a estas preguntas, pregunte a los familiares más cercanos.

2. No se fíe de las clasificaciones impresas en los juguetes, como “de 0 a 3 años”: muchas veces no concuerdan con su niño, puesto que el desarrollo es personal e individual. Un juguete “para fomentar su desarrollo y que aprenda” puede no motivar a su niño, porque no tiene que ver con su carácter, sus intereses y experiencias de juego.

3. Hágase estas preguntas mientras mira las estanterías: ¿hay espacio en su casa para jugar con esto?, ¿qué puede el niño con esto?, ¿cuántas veces puede repetir el juego sin cansarse?, ¿para qué sirve el juguete: para que el niño se mueva, para que se concentre y piense?, ¿permite imaginar otros juegos o da sólo una posibilidad?, ¿con esto se podrá divertir con sus amiguitos y/o hermanitos?, ¿es adecuado a su edad?, ¿es seguro?, ¿es un material que podría romperse?, ¿fomenta la violencia?, ¿es muy ruidoso?, ¿tiene otros juguetes que cumplan la misma función?, ¿tiene juguetes que se complementen con este?

Luego de pensar en todo esto y de haber recorrido la juguetería seguramente encontrará algo para su niño. El juguete no debe “Hacer muchas cosas” o “Llamar mucho la atención”, debe propiciar que el niño haga muchas cosas, que explore y descubra con él a través de su juego El niño debe ser activo y protagonista, no el juguete.

Muchas veces, un simple camión de madera o de plástico fuerte da más posibilidades que uno automático, con luces, a control remoto: con el primero el niño puede disfrutar de llenarlo con otros juguetes, trasladar muñecos, empujar, treparse arriba y andar por diversas superficies sin miedo de mojarlo; con el juguete eléctrico quedará atrapado sólo en el primer momento (o hasta que se termine la batería) observando lo que hace el camión. Sólo le permitirá apretar un botón, no se podrá subir porque se puede romper, no podrá mojarlo porque se arruinaría el mecanismo eléctrico. “Es en este caso de contemplación sin juego donde lo infantil se consume en la soledad material de la cosa juguete” (Esteban Levín).

Puede no hallarse el juguete perfecto en el negocio: se abre otra posibilidad, que necesita de su tiempo y creatividad. Quizás ya sabemos con qué se divertiría mucho nuestro niño, pero eso no existe en la juguetería. Hay que animarse a armarlo: un juego o juguete personalizado; ningún otro niño va a recibir uno como ese.

Para armar un “Set de juego”podemos usar cosas que encontremos por separado en diferentes lugares. Por ejemplo: comprar un espejito de cartera, un lápiz labial y un necesser y, así, regalaremos a una niña su propio bolso de maquillaje “con cosas de verdad” y con los colores que sólo a ella le gustan. Otra posibilidad es salirnos del estereotipo (y muchas veces gastar menos dinero). Por ejemplo: comprar un envase de plástico grande con tapa y colocar envases más pequeños de diversas formas y colores, cajitas forradas de diferentes tamaños, y así...

¿COMO REFRENAR LA ACUMULACIÓN SIN SENTIDO? Muchas veces encontramos los cuartos llenos de juguetes y los chicos dicen estar aburridos, que “no tienen nada para jugar.” Los grandes se sienten bien por regalar en las fiestas, pero no tienen tiempo para jugar con los chicos. Esta es una consecuencia de la euforia por el consumo permanente y el objeto-producto. La atracción de “lo novedoso” anula el disfrute de recrear diferentes situaciones con el mismo juguete. Entonces, ¿cómo podemos refrenar la acumulación sin sentido?

1. ¡No es imposible! Los papás deben encontrar la forma de propiciar un juego saludable de sus hijos. Esto no significa negar los juguetes que “están de moda”; es cuestión de refrenar la acumulación haciendo pensar a los niños: ¿cuántos autos o muñecas tenés?, ¿podes jugar con todos a la vez?, ¿cuántos necesitas para jugar a...?, ¿si vienen tus amiguitos y traen los suyos, cuántos tienen en total? Ellos mismos se darán cuenta de las cosas que tienen sin sentido. Somos los adultos los que podemos (y debemos) equilibrar el consumo y la influencia de lo que nos vende la tele para navidad, primeramente a través del ejemplo: aquella mamá que se compra ropa todos los meses difícilmente logrará que su hijo no quiera cambiar de juguetes todos los meses también.

2. Otra cosa que podemos hacer los adultos, para contrarrestar la acumulación desmedida y propiciar que el juguete sea algo significativo, es pensar la navidad como una oportunidad de regalar complementos o agregados a juguetes ya existentes. De esta manera, haremos que el juego del niño se enriquezca, en vez de caer en la búsqueda reiterada de nuevos juguetes.

3. Y, si es posible, podemos invitarlos a que en esta navidad regalen los juguetes que dejaron: no todos pueden comprar juguetes nuevos.

(*) Estudiante de Terapia Ocupacional, UNL

Publicado en Pausa #31, 12 de diciembre de 2008.
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